miércoles, 9 de noviembre de 2011

María

Publicado en la revista DONDE? vol.9
Ficción sin Ciencia


El sudor ha empapado la cama. 

"Como quisiera darme un baño, pero no puedo, Mateo podría despertar. Ese niño no vuelve a dormir si nota que mis ojos no se han cerrado aún, además, bien sé que el agua no sube cuando no hay luz… ¡Necesito dormirme! tengo que despertar temprano, la reunión iniciará puntual, Don Martin bien lo dijo, que no aceptaría excusas de tardanzas esta vez…

Me encanta ver las nubes en las noches de luna, el insomnio parece una recompensa cuando las miro; no se ven las estrellas, pero aun así el escenario de la bóveda celeste se luce. ¡Ay, si las noches fueran mis días! Me he convertido en una sonámbula, eso es lo que soy, se me ha borrado la sonrisa habitual y en su lugar me cuelgan un par de ojeras permanentes... Recuerdo cuando dormía todas las noches,  Jose aún estaba. Extraño el sentimiento de paz y respiro que conseguía entre sus negros brazos...¿Por qué se habrá ido así, sin decir nada?, sin ni siquiera contarle a sus amigos.  Quizás que se fue atrás de otra, pero todos dicen que no… En los días antes de irse estaba siempre callado… ¡Ya!, !ya tonta!, de qué vale reconstruir tantas preguntas a esta altura del juego.

No era tan malo, por lo menos no lo recuerdo así. Parecía querer a Mateo, pasaba horas jugando con él. Tal vez fingía, quizás necesitaba un lugar donde quedarse, donde encontrar comida cada día, porque eso sí, nunca he dejado de trabajar, haría lo que fuera por mantener mi empleo. Ese imbécil me hizo ponerle al niño el nombre de su padre y resulta que ha dejado de ser padre él mismo. !Dos años sin ver a su hijo, sin saber si ha muerto! 

¡Que rabia siento cuando no dejo de pensar él, su recuerdo no me abandona!...Tomaré mi libro, leeré a la luz de la vela, a ver si las palabras borran los pensamientos. Cuéntame algo Mario, permíteme olvidar…"

A las 5:30 María deja el libro sobre la mesita, se para de la cama estirando su cuerpo entumecido. Toma una cubeta en la mano, baja con su bata transparente las escaleras de hierro a buscar agua para poder bañarse. Despierta entonces a Mateo haciéndole cosquillas, le lava la cara con el agua que ha sobrado, se ponen ropa al mismo tiempo, al salir cierran la puerta con candado. Aún está oscuro cuando cruzan el puentecito de la cañada, pareciera que le va a exprimir la mano al niño. 

Esta oscuro también cuando parados los dos a orillas de la autopista esperan un carrito. El sol está naciendo ya cuando el carro de detiene, hace calor cuando deja a Mateo dando gritos en la guardería, después de media hora de tapones para entrar a la ciudad y se dispone a llegar a su trabajo. Se da cuenta que ya es tarde, entonces piensa, “No importa, a Don Martín sé cómo contentarlo”.