sábado, 13 de septiembre de 2008

Que viva!!!!

A algunas personas las conoces borrachas, no llegas a saber quienes son estando sobrias, te las presentan en algún bar o en una fiesta, su personalidad te arropa, te encanta, la pasas bien en el momento y también después cuando se vuelven a encontrar en el mismo lugar, quién sabe si en otro, siempre un poco tímida la situación al principio de cada sesión no se dicen muchas cosas, se miran, sonrien.
- Awkward, piensas cuando tienes la oportunidad de analizar su cara con la claridad del “sólo agua” del día completo.
Hartos de la realidad se piden unas cervezas para comenzar a andar en la otra historia, en el mundo alterno, sonríen cuando llegan a la mesa “vestidas de novia” como si fueran la pócima para una enfermedad cotidiana.
Crees que lo conoces y puede ser, conoces una parte del él, conoces a quien quiere ser, pero no lo descubres hasta después, cuando ya estas enganchada y el corazón cuenta, cuando crees ciegamente en la historia que han armado con pedazos de noches y chateos.

Tú como eres una borracha, siempre eres la misma, no disfrazas tu personalidad, tu realidad camina un poco entre los dos mundos, el alcohol te pone lentes que distorsionan algunas cosas, es una situación parecida a la de Clark Kent, todos sabemos que es Súperman, porque unos lentes no son suficientes disfraz para tapar una cara, un cuerpo, una mente, pero los lentes, los tuyos te ayudan a creer con la claridad volteada en ese mundo que imaginan juntos y sí, le quitan el seguro al gatillo de tu boca, porque no controlas lo que dices, siempre es verdad, te entregas completamente…peor aún, potenciada.

Esa noche llegó a su casa irritada, le escribió un email, en ingles, quién sabe por qué. El email empezaba de la siguiente manera: I hate you mother fucker…

Al despertar, recordó la primera frase, había olvidado las demás, sonrió, se burlo de sí misma (le gusta saberse liberada de sus tabúes, de sus buenos modales), pensó en la fortaleza de la pasión empujada por el alcohol, en la facilidad y elocuencia con que los borrachos dicen (escriben) las cosas y fue feliz.
- Que vivan los borrachos!! Gritó en su mente. Sonrió de nuevo y dio la vuelta en su cama, se arropo, cerró los ojos.

Mother Fucker fue lo de menos.
Releyó el email en el folder de enviados esa tarde. Los demas conceptos pegaban directo en el centro, un vaso de limón derramado sobre la llaga abierta.

Sintió un final, brusco y mal educado.
Era el fin de una historia falsa, pero de una historia, de una persona irreal, pero de una persona, de alguien que quiso ser y fue, allá, en “la ciudad” donde se reunían cada día.
Creyó sentir nacer de nuevo la razón catalizadora de la carta cibernética, la sencilla explicación para la construcción de una bomba por correo, pero no quemó como ayer.
Se vio a sí misma como a una terrorista, como a una asesina con remordimientos.
La bomba no sólo mataría una falsa personalidad, haría más daño , repercutiría en las personas de alrededor, mancharía sus pieles, sus estados de ánimos al verlo con una nueva cara de luto, con una nueva actitud pesimista.
Sintió miedo.

Pensó enviar por el mismo medio alguna excusa parecida a un remedio, algo como “El alcohol se llevó mis filtros”, pero no lo hizo, despues de mucho análisis dedujo que era menos complicado dejar a un hombre muerto que en ruinas.

sábado, 23 de agosto de 2008

El Perro y El Pollo

El perro perseguía al pollo por el patio, lo perseguía y yo entraba en un estado catatónico.

Al correr su pelaje se extendía horizontalmente por el quebranto de la brisa, sus ojos se elongaban también. El pollo movía su cuello en velocidad con ese gracioso balanceo típico de los de su clase, abría las alas, aleteaba dos tres veces, soltaba plumas blancas, quería volar.

Rozaban los arboles, las hierbas altas, las hojas, todo lo que se metía en su camino, yo gritaba, que se lo va a comer!, que lo va a matar!. Mi madre no sabía qué hacer para consolarme. Trató de taparme los ojos pero no lo permití, no podía dejar de ver el desenlace fatídico, el destino de un pobre animal indefenso, siendo atacado. Me abrazaba fuertemente, observábamos las dos cara a cara, agarren al perro!, gritaba, tratando de hacer competencia a mi voz.

Durante los ocho años siguientes, no era yo capaz de compartir el mismo espacio con un perro, deduzco ahora que aquel incidente habría sido la primera situación en mi memoria que se convertiría en un trauma conocido, es decir, el primer hecho recordado que desencadenaría comportamientos inadecuados o incómodos frente a las conductas normales dentro de una visión sicológica objetiva, o dentro de los cánones de comportamiento humano, tema un poco mas subjetivo.

Con frecuencia vuelve a mi memoria esa particular escena de mi infancia, vuelve con la viva imagen, los colores, la luz de la mañana aquella, el movimiento veloz y constante.
Quisiera poder sentir de nuevo el miedo que viví entonces, hacer reaccionar mi alma en posición de espectador. Con esto no quiero decir que no tenga la capacidad de solidaridad humana o de preocupación por el prójimo, nada de eso, bien pudiera decir que a veces el perro persigue de nuevo al pollo en mi presencia, pero no hay perros, no hay pollos mas bien persecuciones de la razón.
Lo persigue en las noches de insomnio, donde en la habitación vacía se escuchan tres respiraciones propias y ajenas a la vez. En los momentos de desesperación donde los pensamientos inundan la mente, en las encrucijadas del corazón, en las preguntas sin respuestas, se repite la visión como añoranza, ahora dentro.
Sus garras se entierran para tomar velocidad en mis carnes, la furia y el temor absoluto se conjugan en una sola vivencia. Revoloteando desordenado en el espacio uno, con su cadencia firme y testaruda el otro. Cada cual en su misión.

viernes, 27 de junio de 2008

YOGA

El dolor: Entre los huesos.

Fue uno de esos desenlaces donde quedas como un niño castigado, quieres pedir un poco, pero sabes que está prohibido, entonces no puedes, te das por la mano cuando vas a tomar el teléfono, te dices no mil veces. Que sólo le queda sentir, beber gota a gota los caminos que va tomando la vida. Buscar alguna razón dentro de la mente para diluir los pensamientos dirigidos hacia un tópico único, vivo, de carne y hueso.
Preguntaba de vez en cuando a la silla de la esquina por qué cada objeto, cada espacio traía una remembranza con su cara pegada, como una contravención debajo del limpiavidrios.

Sabía que en la antigüedad las damas morían de “mal de amores”, sucumbían ante la falta de aire dentro de sus corsés. La depresión les disminuía el ritmo respiratorio, el aspecto de aguja de sus cinturas se encargaba de lo poco que quedaba dentro , del corto aire que se permitía la entrada en sus pulmones oprimidos, como un suero intravenoso, gota a gota, una maquina de masacre estética, “morían de amor”.

Pero en estos tiempos no se llevan esas ropas, pensaba.

También sabía de algunas investigaciones científicas que estudian al hombre y su relación con los sentimientos, reacciones del cuerpo que aparecen como respuestas frente a diferentes estados de la mente. Sabe con certeza que el colon se irrita a causa de la depresión, más específicamente a causa de un amor no olvidado.

NO!!!!!!, por qué pensó en eso? Se dijo a si misma al recordar este inoportuno conocimiento.

Andaba entonces por la calle con cara de tumba, agarrándose el vientre. La falta de hambre y este nuevo estado hipocondríaco le llevaban al nivel de creerse enferma. Qué tanto beneficio se le saca a lo aprendido cuando verdaderamente tus conocimientos te arrastran hasta la vivencia de los mismos. De dónde había aprendido esta tontería no podía recordarlo, peor aun , cómo sabía que tenía el colon irritado?, no era médico, no había visitado a ninguno con este tema. Llegó a su mente una imagen como recuerdo, la profesora de YOGA lo había dicho como comentario anexo a la limpieza de intestinos (Shankaprashalana).

Sin importar su patético y desorganizado estado mental de las últimas semanas, ese enojado pensamiento trajo de vuelta el yoga a su vida, había sido olvidado en sus prácticas hacia ya mucho tiempo, pero dentro de su bullicio espíritual se abrio una hendija que le hizo recordar también que existían remedios y herramientas para olvidar… Yoga Básico

Instrucciones:

Te acuestas boca arriba, tratas de estar cómoda, después de unos cuantos métodos de aislamiento de la mente (escucha cada sonido, cada sonido, cada sonido…), ejercicios de respiración y concentración, imaginas a tu ser amado dentro de un globo morado y observas como se aleja poco a poco flotando en el aire, el globo se hace cada vez más pequeño hasta que desaparece en la distancia azul del cielo, te visualizas a ti misma tranquila, calmada, sonriente, aceptando su partida con ecuanimidad.

Se sentaba enconvada al terminar, se secaba las lágrimas.

Ella sabía (por fé) que este método era bueno, no tenía dudas, pero era lenta la adquisición de algún resultado palpable, además lloró en las prácticas cuando vio que se va de tu lado, la fragilidad humana no te abandona ni siquiera en los Yoga Nidhra. No quería llorar más. Estaba decidida a hacer algo más efectivo a buscar alguna solución rápida al problema.
Emprendió la búsqueda.

Ojeando sus viejos cuadernos redescubrió las clases tomadas en la Universidad de Yoga Integral, se refrescó la memoria de prácticas beneficiosas y sencillas que te ayudan a estar mejor, a veces queremos vivir miserablemente, deducía ante el redescubrimiento de tantas respuestas a las más comunes preguntas. Se metía cada vez más en la lectura hasta que dio con ella: práctica para alejar los pensamientos.

Le tiemblan un poco las manos al encontrarla, se aprieta de nuevo el pecho, ahora también siente miedo.
Lee, relee, mil veces repite la sencilla lectura, llora un poco más.
Se convence a sí misma como si estuviera decidiendo un suicidio y sin pensarlo más lo hace, da el salto al vacío: repite tres veces el nombre de su amado en la mente…

Segundos despues, al hacerse consciente del efecto fulminante de la práctica, notó como desapareció de su mente el dolor del recuerdo, el sonido repetido de esas letras en conjunto eliminó hasta la mas diminuta reacción sentimental asociada a ese nombre. Todo al rededor perdió sentido.
Una pesada soledad cayó sobre sus hombros como una manta metálica.
Quedó ella, completa y absolutamente, en una habitación desconocida, en un mundo desconocido, con lágrimas sin razones en el cuello y un cuaderno entre las manos. Entonces, desesperada volvió a leer, repitió tres veces también su nombre y olvidó quien era, quien habia sido, olvidó de nuevo lo que estaba perdido ya.

viernes, 6 de junio de 2008

2 o 3

En la 203 me espera, acostado sobre el cubrecama de ramos, soportando el olor que se impone en su nariz y escudriñando con la mirada cada rincón del humedecido techo, las manchas marrones parecen nubes esponjosas a punto de derramar el diluvio que en vez de matarle le salvaría.


También se abrazan dos mujeres después de haberse amado con pasión, el cubrecama de ramos descansa de la turbulencia tirado en el suelo. La más pequeña llora emocionada un llanto de primera vez, la mayor prende un cigarrillo, no lo fuma, las lágrimas del techo le caen en la nariz. Se para en el balcón desnuda, siente el viento atrevido que le toca los senos, se seca con la mano vacía la cara de ajeno sollozo y del agua inmunda que no se le conoce el color, desde allí parece marrón su procedencia, como un charco colocado boca arriba del cual se escapan gotas que no se resisten a la gravedad.


Jose le devuelve el beso de hace días a Lisi, se lo da en la boca agarrándole la cara con las dos manos, presionándola contra sus labios. Sin importarle su convalecencia le pide perdón por haberla traicionado con el pensamiento. El cubrecama de ramos se deforma bajo sus cuerpos juntos, se pierde poco a poco entre sus ropas en un rollo multicolor que los envuelve y los une más. No notan el agua que cae sobre sus espaldas, el olor es irrelevante cuando la más dulce reconciliación a partir de no haber hecho nada nace con una súplica absurda que ella reconoce como verdad.
Las cortinas del balcón se mueven hacia adentro, parece que le bailan a la silla rota la danza que les ordena la brisa.


Un pajarillo entra rozando las cortinas, se posa sobre el espaldar de la silla.
Me observa acostada sobre el cubrecama de ramos, olvidando el acostumbrado olor que se impone en mi nariz, ignorando con la mirada las manchas a punto de romper el techo.

Me siento, el pajarillo se posa sobre mi hombro, descubre en mis ojos la impaciencia.
Me paro, salto vigorosamente sobre la cama, los esprines emiten un chirrido rítmico, el pajarillo revolotea alrededor celebrando mi hazaña.
Me siento, grito larga y desesperadamente, el pajarillo vuela despavorido, choca contra el cristal, herido cae al piso.

Camino asustada hacia él, sus ojos se mueven aun, pestaña de vez en cuando, el corazón palpita por entre las negras plumas, lo tomo entre mis manos, lo acaricio a la vez que lo levanto, lo aprieto contra mi pecho desnudo y lo acuesto sobre el cubrecama de ramos, justo debajo del charco, de las nubes esponjosas, esperando que las gotas colmen su sed de amarme, que se derrame el diluvio que en vez de matarle le salvaría.

2 o 3 historias le conté al oído estando a su lado.

sábado, 31 de mayo de 2008

La vibración hacía temblar los vasos, el sonido del cristal contra la meseta adornaba con un toque pulcro el zumbido constante en el ambiente. Se chocaban los cubiertos unos con otros. Maya aceptaba a través su vientre apoyado en la meseta el pequeño temblor de tantos meses. Sus oídos se querían hacer sordos para ignorar el permanente taladreo de las maquinarias pesadas. Pelaba unas papas para el desayuno.
Miguel salía de la habitación, se le acercaba por la espalda, le decía al oído que era tarde ya, que no se preocupara por la comida.
Maya no pudo escuchar la idea completa, le preguntaba con una muesca en la cara y él más fuerte lo volvía a repetir.
Ese era el problema de estar aferrado a una mujer y a un hueco, son los únicos que quedan en el edificio porque Maya ama ese lugar y él la ama a ella. Pero todo es cuestión de costumbre, piensa Miguel, de esperar a las nueve a que terminen las labores de construcción del nuevo túnel que casi les pasa por debajo, de añorar los domingos por la tarde cuando hay paz y soledad compartida.

Los menesteres de la pantomima se han ocupado de tenerlos juntos, de llevar esa relación muda, ahora de 6 a 9, después de que se hartaron de contribuir con sus gritos a la insoportable y constante sinfonía de los túneles en proceso.
Miguel decía adiós, lo repitió varias veces, Maya distraída miraba hacia afuera por la ventana, la despedida se perdía entre el sonido cotidiano, él salía con un negativo en la cabeza, tampoco pudo escuchar la puerta al cerrar, se quedaba absorta viendo como caminaba un vaso hacia el precipicio de la meseta y cantando en su mente una canción.
Se volteaba para despedirse, se daba cuenta que Miguel se había ido ya al otro lado del mundo, retomaba la canción en su mente, se ponía limpiar.