viernes, 3 de diciembre de 2010

Nubes 2














Fluyo,
recorro los caminos 
me extiendo por los habituales surcos.


Libero mis brazos 
mis hombros, ondulantes seductores
danzan la clausura de los días
celebrando el alba de las nuevas canciones.

Metamorfosis luminosa, avanzo 
recorro un presente de destellos. 
El viento concede mis deseos
cuando me alejo del pasado.

Soy un rio de sabia anaranjada
mis bordes no existen
soy toda.

martes, 30 de noviembre de 2010

Nubes 1















Sola
en este inmenso mar 
hiriente vacío.

Desaparece despacio mi abandonado cuerpo
mis carnes se desgarran y vuelan 
queda aun el envase transparente. 
Una llaga se perfilaen el costado 
por donde sangran los anhelos 
por donde muero gota a gota 
dentro de la soledad 
que ahora es mi dueña.

Quiero ser de nuevo absoluta  
formarme de vapor y rocío
cargar la etérea silueta de mi propia presencia
aquella que creo se ha perdido
por los laberintos que han conocido mis pisadas
entre las verdades que han nacido de mi boca.

Quiero ser soledad de otros
no volver a sentirla nunca.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuando mis ojos no quieren ver la luz, cuando la cabeza está pesada por el alcohol consumido y los destellos de memoria intermitente incluyen caras sonrientes, recuerdo.

Recuerdo que una vez éste era el estado natural de vivir, la preciada lucha constante por no caer sobre el computador rendida. Poseida por palpitar de ese motor ilusorio como esperanza, del poder ser de nuevo consumidora del combustible que me repusiera la fuerza y me devolviera la antorcha. Mi gasolina.

"Podemos dormir cuando se acabe la vida", debí tatuarme esa frase en la espalda. 
Hoy continua con una marcha ligera, esa vida, ahora tan llena de tropiezos y padecidas realidades.

Pienso que perdí el rumbo, el camino a la perdición que llevaba en los años de libre albedrío. La maleza escondió el trillo conocido y confortable que me llenaba de orgullo. Éramos exclusivos, éramos pocos los que queríamos vivir la vida muriendo.

martes, 24 de agosto de 2010

El Olor del Ámbar


Cuando escuché que el ámbar tenía olor, quedé un poco confundida, sorprendida también a mi corta edad. 

Me acerqué bruscamente a mi madre, me subí en sus piernas como escalando con la intención oler su collar.

No había ningún olor nuevo allí, sólo un tenue aroma de jabones lejanos y a sudor de la tarde.

Mi madre pensaba que era una insolente, le avergonzaban un poco mis conductas abruptas, mi curiosidad por las conversaciones ajenas, mis preguntas sin delicadeza. Se sonrojaba frente a sus amigas, se excusaba y me mandaba al patio a jugar.

Nana me contó entonces que el ámbar se obtenía de la resina de algunos árboles. Después que las gotas brotaban de sus entrañas el viento las endurecía. Algunas, muy raras veces atrapaban insectos al caer, esos eran los más caros, era muy difícil atrapar un insecto con una gota tan lenta…
 Yo le creí.

Caminé hacia el fondo del patio, pisando la hierba con un ritmo en crescendo, me subí al árbol del fondo de la misma manera que lo hiciera minutos antes en las piernas de mi madre. Cerrando los ojos acaricié el tronco con mi nariz. El olor del ámbar tomó sentido allí. Olía a madera gris, a hojas húmedas, a viento suave.
 Poco después un arrullo acarició mis oídos, una canción de cuna. No supe distinguir si era mi Nana quien cantaba a lo lejos, si era el árbol que me abrazaba y me mecía entre sus ramas o si era el sonido de una gota de ámbar que trataba de adormecer algún insecto antes de caer.

viernes, 23 de julio de 2010

La Destrucción del Soneto

Necesito tocarte cuando llega la noche
sé que lo sabes y aun así quiero decirlo
quiero  que sepas de mis manos que necesito tu presencia
cerrar así el círculo de cada día.

Eres la guarida dentro de mis incasables luchas
las batallas de los días  toman aliento en tu piel
las tormentas  aniquiladas en los lagos de tus ojos fijos.

El bullicio y el silencio se conjugan en ti.
En tus palabras nacen el tormento y las preguntas
el idioma que no comprendo y  me abate
el contraste que abofetea la razón.

Quiero que calles para siempre y sólo me mires
te obligues a llorar el arroyo del silencio
y permitas regresar la bondad que se esconde en tu mirada.

Cuando nos bañe la calma
se abrirá como un dibujo sobre nosotros el cielo
y nos mostrará con vergüenza sus estrellas.
Mi cuerpo se desplegará con bondad en un abrazo
transformado en manta te cubrirá por completo
y arrullará  la promesa infinita 
que son nuestros cuerpos inmóviles e iguales
y nuestras mentes que vuelan libres por los rincones
distintas.

miércoles, 9 de junio de 2010

Cada vez que entro a nuestro cuarto lo hago en silencio e invisible.
Me siento a tu lado despacio queriendo que no lo notes.
Miro tu cara amarilla y sonriente 
esperando a que digas algo.

Entro muchas veces al día
apoyo mi cara sobre las manos para acompañarte.
Husmeo con la mirada.
Necesito saber si ha surgido algún pensamiento que me ate a ti
alguna frase corta y escueta que responda las tontas preguntas que invento
sólo para ver tus palabras volando 
y  me roce alguna a modo de caricia.

No sé por cual otro vicio sustituirte
cuáles terapias recomendarnos para que nos dejemos ir un día
así volvamos a sentirnos sanos y comunes .

Cómo interpretar la real distancia,
si los sistemas métricos se han quedado sin habla
frente a esta lejanía que es la más cercana del mundo.

Ha cambiado el significado de la palabra intimidad
girado a través del tiempo, insinuándose con decoro
hasta dejarse comprender cristalina e indudable.

La nueva intimidad son tus frases en mis oídos.

miércoles, 2 de junio de 2010

Soneto por los Moños



Necesito tocarte para conciliar el sueño
no sé si te has dado cuenta mi amor, mi niño
aunque sólo sea el aliento de mi boca en tu cuello
aunque sólo sea un brazo, un pie o un dedillo.

Eres el tani dentro de mis incansables guerras
las tormentas de la vida se detienen a tu lado.
Es en el escondite cálido y oscuro de mi tierra
donde se oculta tu escaso silencio gastado.

Cuando logro encontrar el toque perfecto
cuando el añorado sonido del vacio llega
mi cuerpo convertido en manta bajo el cielo abierto.

Abraza esa promesa inquebrantable e infinita
de nuestros cuerpos en reposo unidos e iguales
y nuestras mentes volando por los rincones, distintas.

martes, 9 de marzo de 2010

Ciencia Ficción

Estuve a punto de escribir en un cuento que Martín y yo vivíamos  juntos en un mundo imaginario. Por suerte, antes de hacerlo pude ver que la única que andaba de paseo por caminos de colores era  yo, agarrada de mi propia mano. 

No sé cual habría sido la consecuencia de haber escrito algo tan descabellado si finalmente los cuentos son producto de la imaginación y lo que sucede en esos niveles sobrepasa los esquemas del razonamiento, pero tomando en cuenta que cada acción conlleva a una reacción y también mis firmes creencias en los asuntos de la mente, creo que pude haber salido herida de muerte y hubiese sangrado hasta morir también en el mundo real... Nunca he tenido una batalla en mi mundo y Martin estaba armado hasta los dientes.

El que sea dueña de un mundo que existe en mis pensamientos no significa que no tenga una vida como cualquier otro.  Trabajo, familia y cada una de las palabras que completan la lista de responsabilidades vulgares y comunes. Lo tengo todo. Pero es en el mundo alterno donde están las cosas por las que vivo, también las que imagino. Es donde realmente estoy gran parte del día, sobre todo en los momentos cuando las palabras no afectan los oídos.  Del otro lado, en la realidad está la parte mecánica, el área de servicio del complejo.  Lo explicaría mejor si visualizamos una esfera dividida en dos mitades, de un lado es suave y translucida. Un hueco cóncavo  de un material que permite entrar fácilmente las manos o el cuerpo, después que entras, quedas suspendido en la viscosa masa acariciante. Ahí, nada ofende, todo es válido y permitido, menos las reglas de comportamiento pudoroso y opresor que priman en el mundo real. La otra mitad es metálica, ya se empieza a notar el oxido, llena de engranajes y sistemas mecánicos que nunca dejan de funcionar, también tiene una puerta, pero sólo entras si conoces la clave. Se mueve con el motor del día a día, de la alarma que suena a las 6:30 y da inicio al desembrollo de la colcha cotidiana. Cuando llega la noche queda tendida totalmente, lisa sobre el suelo, tapándolo todo con el cansancio y se autoenrolla para comenzar de nuevo.  Es un todo, las dos partes unidas, una esfera perfecta.

Martín es mi amigo. No puedo decir en donde lo encontré, realmente no tiene importancia su procedencia. Hace tanto tiempo que lo veo dentro del escenario de la vida que es más bien una imagen de costumbre dentro de mi alma. Hay momentos en el pasado que han quedado borrados, por esto no sé decir si siempre estuvo presente o en algunas etapas de la vida era un recuerdo viviente. 


Creer que en mi ciudad cabría otra persona sin ni siquiera haber sido invitada hubiese sido maravilloso. De hecho lo pensé durante un tiempo. Que llegara sin anuncios, como si se hubiese resbalado, caído dentro y ni siquiera haber sentido su llegada. Cuando intentara respirar después del susto se diera cuenta de que sus pulmones son capaces de procesar ese aire nuevo y cuando descubriera que aquí los pensamientos inaceptables se proyectan en el aire como películas públicas sintiera alivio y felicidad. Ver a alguien sonreír ahí dentro ha sido mi sueño. Pero al parecer  y esto lo vengo pensando desde hace muchos años, ésta, mi dimensión favorita genera soledad, mudez y locura. Promueve la incapacidad de comunicarse correctamente  con el resto de los humanos.  Las ideas extrapoladas aparecen siempre incompletas, a veces por esto mismo parecen irreverentes o intolerables.


Lo que sucedió finalmente fue un accidente. 

El tropezó, sí, estaba caminando muy cerca y se asomaba curioso con las manos tapando la luz de afuera para ver, pero no cayó por casualidad. Fueron mis recuerdos, unos mensajes  y un libro las piernas que se enredaron en sus piernas y lo trajeron... No, estoy mintiendo, lo que sucedió fue que salté encima de su lánguida estructura, amarré sus manos en la espalda con cadenas, le tapé los ojos con el pañuelo de secar las lágrimas, arrastré su cuerpo que se resistía a la fuerza y lo introduje halándolo por las piernas. Me senté sobre él y usé la tinta de su cuerpo para dibujar algunos paisajes que luego pegué en las paredes. Sí, eso fue lo que sucedió. 

Pero para mi sorpresa no respiraba sin máscaras, había perdido algo y lo peor es que soy consciente de que ese “algo” era una idea que volaba por mi mente. Tenía el corazón helado por el miedo, temblaba. Trajo consigo la remembranza de palabras hirientes que ya no recuerdo y todas sus armas cargadas. También tenía preguntas más amenazantes aun que las armas mismas, las cuales no sabría explicar ya porque según mi proceso de razonamiento estaban respondidas y sólo callé... Debí haberle tapado también la boca. Lo dejé salir, no sería capaz de dejarlo morir y ya se le terminaba el tiempo, la capacidad de sobrevivir sin el aire que sólo existe del otro lado, donde viven todos.


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Martín seguía siendo el duende. El pensamiento que mas entradas tenía a mi cabeza.

No estaba enojada con él, no lo extrañabaDe hecho, era un alivio tenerlo fuera de la esfera de mi vida en todos los sentidos, especialmente por los adornos y marañas que arrastró su amistad a partir de los últimos tiempos.

En todos los sentidos, digo, porque su recuerdo no causaba ningún cambio en mi mente, mucho menos en mi cuerpo. No había dudas de que lo había echado de mi mundo deslizándolo por el tobogán de la importancia. Su recuerdo era como una mariposa gris que aleteaba cerca, escuchaba el zumbido diminuto cuando se acercaba a mi, o sentía su toque si se posaba en algún brazo dormido. Pero nada más.

Esto me alegraba inmensamente. A veces.
Otras veces me causaba remordimientos de conciencia, no su ausencia, claro, era el reconocer mi capacidad de anular los sentimientos. De borrar con mierda de gato a alguien que no entendiera los verdaderos límites entre los dos mundos. Aunque nunca me detuve a explicarle, ya no importa. El debió haber sabido.

Usualmente no reaccionaria así. No tiraría a la basura nada que hubiera sido importante. 
Sufro de amnesia selectiva para las cosas malas y casi siempre vuelvo al campo de batalla con el mismo deseo de reanudar sólo lo bueno. Pero tampoco soy una rueda, no repetiría la misma vuelta miles de veces. 

Una pregunta que surgia cada vez que ese nombre se acercaba a mi mente: Por qué, si una persona cuyo recuerdo no significa nada,  ni siquiera la penita natural de ver a alguien partir, la mariposa de su presencia rondaba entrometiéndose en mi mirada?

Después de mucho pensar, cuando ya las teorías se habían agotado, después de haber tenido que apelar a las interminables hipótesis irracionales, especialidad que como ya sabemos ejerzo con orgullo, lo supe.

Fue simple. Tan simple que nunca se me ocurrió, por esa manía de enredarlo todo.

El no había apreciado el tesoro.
En sus manos y en las manos de los que lo rodeaban, el maravilloso regalo de la amistad perdió completamente el sentido de la inocencia.

Ya no pienso en él, a excepción de las veces que leo las cosas que he escrito. La mariposa voló hacia la luz y se convirtió en cenizas. Mi simple y escueta deducción fue una curita.  Una ráfaga que cerró el candado de mi vida y le puso fin a otra de mis interminables historias.