viernes, 27 de junio de 2008

YOGA

El dolor: Entre los huesos.

Fue uno de esos desenlaces donde quedas como un niño castigado, quieres pedir un poco, pero sabes que está prohibido, entonces no puedes, te das por la mano cuando vas a tomar el teléfono, te dices no mil veces. Que sólo le queda sentir, beber gota a gota los caminos que va tomando la vida. Buscar alguna razón dentro de la mente para diluir los pensamientos dirigidos hacia un tópico único, vivo, de carne y hueso.
Preguntaba de vez en cuando a la silla de la esquina por qué cada objeto, cada espacio traía una remembranza con su cara pegada, como una contravención debajo del limpiavidrios.

Sabía que en la antigüedad las damas morían de “mal de amores”, sucumbían ante la falta de aire dentro de sus corsés. La depresión les disminuía el ritmo respiratorio, el aspecto de aguja de sus cinturas se encargaba de lo poco que quedaba dentro , del corto aire que se permitía la entrada en sus pulmones oprimidos, como un suero intravenoso, gota a gota, una maquina de masacre estética, “morían de amor”.

Pero en estos tiempos no se llevan esas ropas, pensaba.

También sabía de algunas investigaciones científicas que estudian al hombre y su relación con los sentimientos, reacciones del cuerpo que aparecen como respuestas frente a diferentes estados de la mente. Sabe con certeza que el colon se irrita a causa de la depresión, más específicamente a causa de un amor no olvidado.

NO!!!!!!, por qué pensó en eso? Se dijo a si misma al recordar este inoportuno conocimiento.

Andaba entonces por la calle con cara de tumba, agarrándose el vientre. La falta de hambre y este nuevo estado hipocondríaco le llevaban al nivel de creerse enferma. Qué tanto beneficio se le saca a lo aprendido cuando verdaderamente tus conocimientos te arrastran hasta la vivencia de los mismos. De dónde había aprendido esta tontería no podía recordarlo, peor aun , cómo sabía que tenía el colon irritado?, no era médico, no había visitado a ninguno con este tema. Llegó a su mente una imagen como recuerdo, la profesora de YOGA lo había dicho como comentario anexo a la limpieza de intestinos (Shankaprashalana).

Sin importar su patético y desorganizado estado mental de las últimas semanas, ese enojado pensamiento trajo de vuelta el yoga a su vida, había sido olvidado en sus prácticas hacia ya mucho tiempo, pero dentro de su bullicio espíritual se abrio una hendija que le hizo recordar también que existían remedios y herramientas para olvidar… Yoga Básico

Instrucciones:

Te acuestas boca arriba, tratas de estar cómoda, después de unos cuantos métodos de aislamiento de la mente (escucha cada sonido, cada sonido, cada sonido…), ejercicios de respiración y concentración, imaginas a tu ser amado dentro de un globo morado y observas como se aleja poco a poco flotando en el aire, el globo se hace cada vez más pequeño hasta que desaparece en la distancia azul del cielo, te visualizas a ti misma tranquila, calmada, sonriente, aceptando su partida con ecuanimidad.

Se sentaba enconvada al terminar, se secaba las lágrimas.

Ella sabía (por fé) que este método era bueno, no tenía dudas, pero era lenta la adquisición de algún resultado palpable, además lloró en las prácticas cuando vio que se va de tu lado, la fragilidad humana no te abandona ni siquiera en los Yoga Nidhra. No quería llorar más. Estaba decidida a hacer algo más efectivo a buscar alguna solución rápida al problema.
Emprendió la búsqueda.

Ojeando sus viejos cuadernos redescubrió las clases tomadas en la Universidad de Yoga Integral, se refrescó la memoria de prácticas beneficiosas y sencillas que te ayudan a estar mejor, a veces queremos vivir miserablemente, deducía ante el redescubrimiento de tantas respuestas a las más comunes preguntas. Se metía cada vez más en la lectura hasta que dio con ella: práctica para alejar los pensamientos.

Le tiemblan un poco las manos al encontrarla, se aprieta de nuevo el pecho, ahora también siente miedo.
Lee, relee, mil veces repite la sencilla lectura, llora un poco más.
Se convence a sí misma como si estuviera decidiendo un suicidio y sin pensarlo más lo hace, da el salto al vacío: repite tres veces el nombre de su amado en la mente…

Segundos despues, al hacerse consciente del efecto fulminante de la práctica, notó como desapareció de su mente el dolor del recuerdo, el sonido repetido de esas letras en conjunto eliminó hasta la mas diminuta reacción sentimental asociada a ese nombre. Todo al rededor perdió sentido.
Una pesada soledad cayó sobre sus hombros como una manta metálica.
Quedó ella, completa y absolutamente, en una habitación desconocida, en un mundo desconocido, con lágrimas sin razones en el cuello y un cuaderno entre las manos. Entonces, desesperada volvió a leer, repitió tres veces también su nombre y olvidó quien era, quien habia sido, olvidó de nuevo lo que estaba perdido ya.

viernes, 6 de junio de 2008

2 o 3

En la 203 me espera, acostado sobre el cubrecama de ramos, soportando el olor que se impone en su nariz y escudriñando con la mirada cada rincón del humedecido techo, las manchas marrones parecen nubes esponjosas a punto de derramar el diluvio que en vez de matarle le salvaría.


También se abrazan dos mujeres después de haberse amado con pasión, el cubrecama de ramos descansa de la turbulencia tirado en el suelo. La más pequeña llora emocionada un llanto de primera vez, la mayor prende un cigarrillo, no lo fuma, las lágrimas del techo le caen en la nariz. Se para en el balcón desnuda, siente el viento atrevido que le toca los senos, se seca con la mano vacía la cara de ajeno sollozo y del agua inmunda que no se le conoce el color, desde allí parece marrón su procedencia, como un charco colocado boca arriba del cual se escapan gotas que no se resisten a la gravedad.


Jose le devuelve el beso de hace días a Lisi, se lo da en la boca agarrándole la cara con las dos manos, presionándola contra sus labios. Sin importarle su convalecencia le pide perdón por haberla traicionado con el pensamiento. El cubrecama de ramos se deforma bajo sus cuerpos juntos, se pierde poco a poco entre sus ropas en un rollo multicolor que los envuelve y los une más. No notan el agua que cae sobre sus espaldas, el olor es irrelevante cuando la más dulce reconciliación a partir de no haber hecho nada nace con una súplica absurda que ella reconoce como verdad.
Las cortinas del balcón se mueven hacia adentro, parece que le bailan a la silla rota la danza que les ordena la brisa.


Un pajarillo entra rozando las cortinas, se posa sobre el espaldar de la silla.
Me observa acostada sobre el cubrecama de ramos, olvidando el acostumbrado olor que se impone en mi nariz, ignorando con la mirada las manchas a punto de romper el techo.

Me siento, el pajarillo se posa sobre mi hombro, descubre en mis ojos la impaciencia.
Me paro, salto vigorosamente sobre la cama, los esprines emiten un chirrido rítmico, el pajarillo revolotea alrededor celebrando mi hazaña.
Me siento, grito larga y desesperadamente, el pajarillo vuela despavorido, choca contra el cristal, herido cae al piso.

Camino asustada hacia él, sus ojos se mueven aun, pestaña de vez en cuando, el corazón palpita por entre las negras plumas, lo tomo entre mis manos, lo acaricio a la vez que lo levanto, lo aprieto contra mi pecho desnudo y lo acuesto sobre el cubrecama de ramos, justo debajo del charco, de las nubes esponjosas, esperando que las gotas colmen su sed de amarme, que se derrame el diluvio que en vez de matarle le salvaría.

2 o 3 historias le conté al oído estando a su lado.